domingo, 16 de mayo de 2010

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Señales del futuro

El domingo 25 de Abril el periódico El País regalaba el DVD de la película “Señales del futuro”. Últimamente estoy muy faltón con mi cinefagia y apenas veo cine como antaño. Tal vez el blog, poner al día futuras críticas muy atrasadas y, en definitiva, vivir en el escaso tiempo que me deja mi trabajo y tareas domésticas. Por casualidades azarosas del destino vi el filme de Alex Proyas; un director que dudo que llegue de nuevo a ser lo que fue aunque “Dracula: Year Zero” puede tener buena pinta si no llega a ser por el pesado de Sam Worthington.

Atrás queda su mejor película, “El cuervo”, y aquella fallida pesadilla cyber-expresionista “Dark City”, previa a “Matrix”. Desde sus empachos futuristas para el mainstream se atrevió a adaptar al género de acción a Isaac Asimov con la también pesadilla (por diferentes motivos) “Yo, Robot” y finalmente remató la faena con “Señales del futuro” y el peluquín de Nicolas Cage.

Aquí se quiera hilvanar el género de catástrofes con la ciencia ficción de la mano del «síndrome de Casandra». Una cápsula del tiempo y una niña loca, que bien pudiera convivir con el cine oriental de terror, dejan una herencia en forma de números y raspamiento de uñas. No se trata de un código a lo Dan Brown que engendre cierto suspense hasta su resolución sino que el enigma es obvio, tan obvio que hace pensar de las torpezas de sus desconocidos autores. Hay poco interés en una cinta que sigue los patrones de conflictos de manual del todo a chien y encuentros nada fortuitos. Las señales del futuro son desesperanzadoras sobre todo para el pelo de Nicolas Cage pero también para los mortales que sobrevivan a una ración y revisión de un pequeño clásico del sci-fi, “Cuando los mundos chocan”. Todo es a veces tan pésimo que no existe futuro ni señales de futuro para esta cinta.


Pero el título del post de hoy tiene que ver con una señal de futuro que enlaza con el sábado 15 de Mayo y con “El curioso caso de Benjamin Button”. Hay una secuencia en el filme de David Fincher que parece aislada pero funciona como resorte y nudo a toda la irregular película. Se trata de esa secuencia de montaje que arranca con la voz en off de Benjamín Button:
«A veces, estamos siendo golpeados y no sabemos por qué. Ya sea de manera accidental o por decisión propia, no hay nada que puedas hacer… »
Se expone el caso de un efecto dominó: un abrigo, una llamada, un taxi, un café, una intersección, una demora, un despertador, un olvido, un paquete, una discusión la noche anterior, un imprevisto, un camión que entorpece una calle, un cordón roto de un zapato… y ocurre un percance que marcará la vida de dos personas. Si algo de todo lo anterior no hubiera ocurrido no habría historia posterior para Benjamin y Daisy.


Como si tratara de un dominó en la que una de las piezas no puede fallar y no caer para continuar: la entrada del blog de ayer hizo que demorase mi ducha y partida a mi otro-cuarto trabajo (no es el cuarto sino segundo pero es que no llega a ser medio).


Normalmente me gusta llegar pronto si dependo de la carretera y pese a estar perfectamente comunicado en apenas diez minutos prefiero llegar pronto antes que justo o tarde. Pero ayer iba a llegar justo o tarde al ver que los dos autobuses que suelo coger se alejaban en la distancia mientras me acercaba a la parada. Y allí estaba yo. Sólo en una parada que se quedó sola: mi otro ‘compañero’ de espera que yacía sentado en la parada me vio, se levantó, cruzó un paso de cebra y desapareció.


Escuché el pito de un coche. Era uno de mis hermanos y precisamente era su cumpleaños. Cruce un carril sin riesgos ni pormenores y monté en su coche. Podía dejarme en mi destino ya que iba de camino. A los dos minutos suena su teléfono móvil conectado al bluetooth del coche. Es mi hermana y llama para felicitarle. Esa pequeña conexión de tres eventos y tres personas que normalmente no conectan quedó completada cuando en la Autovía de Toledo, dirección Madrid, empezaron a hacerse visibles en la distancia las luces de una furgoneta de la policía y dos motoristas escolando a un autobús. Era el autobús del Getafe C.F. Las cortinas traseras estaban echadas pero en el resto de ventanas había vida que miraba el corto viaje a su destino. Durante unos segundos estuvimos en paralelo en contraposición de nuestras señales de futuro a día de hoy. Atrás quedaba el autobús y delante estaba mi otro destino.


No obstante llevaba un socorrido reproductor de mp3 con radio que también tiene historia propia y le pertenece al Getafe C.F. y a un bombo de una sus peñas. Delante hubo un atasco y una equivocación. Nada alteró el orden y llegué con tiempo de sobra para sentir los goles del Getafe y del Zaragoza que reafirmaban nuestra sexta plaza y clasificación directa para la Europa League de la próxima temporada.


Líneas paralelas y cuánticamente convergentes: El Atlético de Madrid, ganador de la competición este año, es el eslabón, resorte y nudo para el pase de nuestro equipo. Mandé mensajes y no hubo feedback hasta pasado un tiempo en el que quedó resuelto el enigma. Parece que mi destino y el de otros va a en paralelo, en diferentes caminos, confabulándose para mostrarnos señas y pistas. Efectivamente, señales del futuro.


No sé si con la ausencia de cualquier evento hubiera llegado tarde a trabajar. Posiblemente. También es seguro que si una de las anteriores fichas de dominó no se hubieran derrumbado como en la secuencia de montaje de “El curioso caso de Benjamin Button” no estaría delante de mi ordenador escribiendo la entrada de hoy finalizándola colocando su punto final. Este.

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