sábado, 5 de junio de 2010

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Dexter: Dexter Morgan (Primera Parte)


El Código del espectador de Dexter:
  • JAMÁS esta permitido disfrutar con la muerte de personajes inocentes.
  • Siempre hay que tomarse el tiempo necesario para asegurarse de que la visión de un episodio sea la correcta.
  • Hay que ser extremadamente cuidadoso con el visionado, pero la PREPARACIÓN es siempre más importante. Nada de palomitas, refrescos y nachos. Y mucho menos sacar un cuchillo y afilarlo si se ve y disfruta en un grupo de amigos o conocidos.
  • No hay que olvidar que UNO es quien controla la necesidad de ver una serie; y nunca al contrario. Nunca digas en público que matarías por ver Dexter.
  • Es necesario fingir las emociones y un comportamiento normal para encajar en la sociedad. Diremos que vemos Dexter después de ver alguno episodio suelto “Sexo en Nueva York”, “Friends” o “Glee”.
  • No hay que olvidar la regla número 1. ¡JAMÁS ser atrapado disfrutando de ver Dexter y más cuando liquida a alguien!
  • En un examen psicológico hay que responder lo opuesto a los sentimientos. Nunca diremos: «Algunas veces me gustaría ser como Dexter.»
  • Disfrutar Dexter en la soledad es otra forma de arte.
Normalmente me metoDexteren formato chute, o lo que es lo mismo, en un fin de semana cae una temporada completa. Muchos otros se ciñen al formato y esencia de la serie y sucumben gota a gota de sangre. Yo, como buen aficionado a la Serie B, prefiero el chorro-manguerazo de sangre directo y fugaz. Simple y efectivo. Y siempre deja huella.
Aunque parezca mentira tiene similitudes con “El laboratorio de Dexter”, una serie infantil emitida por Cartoon Network, porque hay hermana impertinente (Dee Dee) , un laboratorio aparentemente impenetrable (la mente de Dexter Morgan); mención aparte para cara de sádico de Dexter, el niño genio, comparable a la de su crecidito y homónimo asesino en serie. Además, ambos van con guantes. Y no es extraño que se recurra a la animación en los doce webisodes  de “Dexter: Early Cuts” para explicarnos su origen. 

A Dexter Morgan se le ataca por su vuelta de tuerca; este psycho killer sólo mata a malos, a gente diabólica que ha quedado al margen de la justicia,  lo que puede recordar a modus operandi de Lestat, el vampiro sacado de la pluma de Anne Rice. ‘El Jardín Salvaje’ de Dexter es Miami, un lugar con un 20% de los crímenes resueltos lo que lo convierte en lugar idílico para que sus huellas nunca se dirijan a él. Esa vuelta de tuerca y giro, en el cliché del asesino en serie, lo convierte en un monstruo único que orienta en formato serie las novelas de Jeff Lindsay. Muchos no entienden que el deseo irrefrenable de matar sea frenado en seco y re-conducido por una serie de normas impuestas por su creador y padre adoptivo, Harry Morgan, un oficial de policía que al fallecer le dejó completamente huérfano a todos los niveles. 


Dexter  tiene así dos claros contrapuntos a la audiencia:

El primero es su credibilidad en un entorno en el que los personajes del justiciero y el asesino en serie iban por caminos paralelos ligados a ese imparable y devastador deseo de matar. Ese oscuro pasajero interior que provoca a Dexter y narrado por él mismo en voz en off.

El segundo es un punto de vista moral. Dexter es un monstruo diferente pero monstruo, al fin y al cabo, y seguir las andanzas de un forense experto en sangre que trabaja en el departamento de Policía de Miami y su reverso oscuro y tenebroso, un  letal asesino en serie que liquida, vivisecciona y borra del mapa a aquellos seres que matan inocentes.

Frente a ambos sólo queda la labor de los guiones y creación del personaje. En la primera temporada seremos bombardeados por multitud de flashbacks referentes al pasado de Dexter Morgan y el código de Harry. Y respecto a su doblez moral la primera víctima será un pederasta asesino de niños. ¿Está claro con qué ‘monstruo’ nos quedamos?  Esa es la diferencia de esa vengativa justiciera llamada Erica en “La extraña que hay en ti” con la que Neil Jordan pretende ‘justificar’ la pena de muerte y el ojo-por-ojo. Dexter Morgan se nos presenta como un psicópata herido de muerte por una enfermedad que lo somete y esa no es otra que matar a otras personas. Ni siquiera el mismo se considera humano o miembro de nuestra sociedad. No hay más doblez del personaje que su máscara para adaptarse a la misma.


Sus títulos de crédito lo dicen todo: Dexter se cepilla a un mosquito con un golpe letal como si de un vampiro en su ataúd sorprendido por un mortal se tratará. La sangre en formato de gotas empañan su nombre, es tiempo la afeitarse y mantener la imagen, de secar la sangre y de cortar la carne, por supuesto vuelta y vuelta, de comer, de devorar, de degustar y trocear el tomate en un huevos, de moler el café y deshacerse de un pomelo viviseccionándolo, de apretar y tensar el hilo dental, de amordazar las botas a los cordones, de ponerse ese velo en  formato de virginal camiseta blanca y mirarnos sonriente cuando se encuentra con nosotros. Dexter Morgan cada mañana, nuestro mejor vecino y modélico ciudadano. 


¿Por qué soy así? ¿Me cogerán? ¿Seguiré matando? ¿Podré romper el código y confiar mi secreto a otro? Son las preguntas fundamentales a las que se somete Dexter a lo largo de las tres primeras temporadas donde se intenta penetrar en el armazón del protagonista. La voz en off será una constante para que el adaptador comparta las peripecias y sienta en primera persona sus múltiples dudas. No queremos que cojan a Dexter Morgan porque no nos resulta peligroso sino extrañamente cordial. Henry, el asesino radiografiado con maestría por John McNaughton en “Henry: retrato de un asesino”, no tenía monólogo interior y le considerábamos aterrador así como los crímenes viles que cometía. No había justificación para los actos que cometía porque simplemente no la tenían. 


Capas de humor negro y un Patrick Bateman conducido por la senda no tenebrosa, “Dexter” planea como serie de un recorrido que no debería prolongarse más allá de unas manzanas, si no, acabará perdiéndose o diluyéndose en la nada, aunque los datos sólo hacen aumentar esa leyenda que tiene la crónica negra y urbana de nuestra universo. Ese idílico romance de la sociedad norteamericana y también occidental por los asesinos en serie. Aquí las víctimas sólo quedan en meras gotas de sangre entre portaobjetos de vidrio.
Oh, Dexter Morgan, asesino en serie favorito de muchos, del que nunca tendremos que preocuparnos siempre y cuando no nos salgamos del buen redil y camino habitual de los corderos guiados hacía una luz llamada televisión.

7 comentarios:

  1. No estoy de acuerdo con el punto 1 del código del espectador, cuando llegues al final de la temporada sabrás por qué

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  2. Entonces eres peor que una asesina en serie... Pobre víctima inocente... pobres guionistas y pobre RRHH teniendo que dar la noticia a ese personaje tan inocente y ¿fundamental? ¡Mala!

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  3. @Aymara, lo decís por Rita?

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  4. sí, lo cierto es que siempre me pareció demasiado ñoña y ridícula. Cierto que tiene que ser todo lo contrario a la personalidad de Dexter para ofrecele estabilidad y cordura a su vida, pero aun así, para mi gusto, se pasaron escribiendo un personaje tan blandito...

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  5. la verdad me encanta la Serie, el antiheroe que representa y que de alguna manera todos quisieramos ser, al ver que la JUSTICIA no cumple con su función, pero nunca he llegado al grado de querer matar para obtenerla solo aprecio la Serie como tal

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  6. Hola Anónimo!

    Es un justiciero y su papel en la sociedad es planteado en la segunda temporada; aunque policialmente es un asesino repudiado tal y como podemos ver en la figura de quién piensan que es: el Sargento James Doakes. Al entierro sólo van su amiga Laguerta, que piensa que no es culpable, y el propio Dexter... Así que Dexter sabe que su finalidad de asesinar a otros asesinos en serie es simplemente conductiva para que sea un 'mal menor' o, al menos, 'servicio' mayor para una sociedad que nunca lo entenderá: es un monstruo. Aunque ya con seis temporadas le hemos cogido cariño como monstruo.

    Saludos bastardos,

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  7. Estoy muy interesado en esta obra!
    Esta historia habla no sólo para completar!

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