viernes, 25 de junio de 2010

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V

Es cierto que mi trabajo incluye cierto tocamiento de bolsas escrotales y folículos ovariales. No hablo de tocarse las narices laboralmente sino que te toquen, aprieten y retuerzan tus propias bolsas con fines atroces e inhumanos. Es una realidad, pacto mayor y  ley absoluta en todo nido de víboras de la que es imposible escapar: la víbora muchas veces se muerde su propia cola; pero otra diferente es que el karma te lo devuelva en terrenos personales aunque pasajeros e intrascendentes.
Las víboras ahora sacan sus colmillos y dejan entrever su mordaz veneno en mi turno de descanso. Para el lector de este blog o del post donde hablo del asunto en cuestión titulado Caballero y Oficial conocerán de mi triste historia que hace que uno disfrute más del trabajo que del descanso. ¿Habrán sido contratadas por la propia empresa o les dan un plus o suplemento por tocar las bolsas escrotales a terceros y que así abandonen su concepto del descanso físico y mental? No lo sé pero lo que sí les puedo contar es que mis compañeras e incluso un 65% amigas (por los trece años de compañía, discusión, encontronazos y esporádicas y pasadas quedadas y afecto mutuo) me tocan la fibra. 



La última de la crónica serpentil y de las víboras (todo esto lo digo sin acritud porque como saben la víbora que una vez fue aprendiz y alcanzó la maestría del arte de  morder y expulsar su veneno es un servidor) es mi repetición de desayuno. Somos unos animales de costumbres, es cierto, pero efectivamente la reiteración produce que una simple picadura visual diaria vaya pasando a dardo y finalmente a flecha flamígera. Lo que eran unos ojos con cierto picor se transforman en ojos de odio y rencor. Las culpables dos naranjas.
Dirán que cómo es posible que dos naranjas generen tanta polémica. Posiblemente se deba a esa metáfora y referente testicular u ovarial. No sé… Ha habido intentos pero las víboras odian la naranja… como si esas vampiresas las considerasen ajos. Se quejaban de que salpica y es cierto de que la naranja es difícil comerla en sitios donde hay vecinas cercanas. Otra cosa es que su terror sea infundamentado y que cunda el histerismo cuando no hay impactado un chorro y éste es inexistente. La cosa, va de tocar bolsas y de incitar a la polémica.   Se apartan de ti cuando las pelas pensando que va aparecer un géiser cítrico capaz de empapar su camisa Burberry de imitación o dejarlas ciegas para proseguir con su habitual cotilleo. 



Les molesta el olor o su mera presencia libérrima anaranjada. ¿Será su textura, su sabor cítrico? Las adictas a la comida basuril de marca blanca se atreven a afirmar que tomar una naranja al día es mala para el hígado y para la salud en general.  Es de Perogrullo que te lo diga una persona que no sale de la Pepsi o Coca-Cola Light y unos triskis y que sólo varía estos últimos por un Phoskitos de Martínez (a los que llaman Bizcochoco pero son para estar Vizco como pobre imitación). Todo ello sacado de esas horribles máquinas corporativas que dan al usuario todos sus productos a cinco grados bajo cero y más duros que el glande de Superman. Yo, como soy un radical y así me llaman aunque simplemente soy de ideas fijas, sigo trayéndolas por los siglos de los siglos. Es más, si no las veo en la frutería soy capaz de comerme una de cera de los chinos con tal de devolverles el favor en forma de tocamiento ovarial.
La competencia gastronómica es brutal: una no pasa de su yogur Hacendado que cuando lo abre apesta a mantequilla barata (aunque ya lo es en sí mismo) y de una barrita cutre de marca ni-su-pa. Otra que no sale de un sándwich frío de la susodicha máquina con ese pan frío y mojado que creía extinguido en la postguerra española del pasado siglo y para rematar de variedad tenemos el queso fresco con tostada (seguramente también de Hacendado) y engendros varios de rebajas de la última. 



Da lo mismo que antes traigas lo que traigas. Yo traía manzana y me decían que era la manzana… y si es pera… porque es limonera… Si traía barrita porque era barrita y si no traías nada y te equiparabas a su triste, paupérrimo e insano nivel gastronómico te lo echan en cara igual. La cuestión es tocar las bolsas escrotales a dos manos y tocar la fibra existencial al prójimo. Es ley de víbora, y punto. Punto en las pelotas, claro. Víboras de oficina cuya labor es Violar moralmente al prójimo. Vejarlo y Vilipendiarlo. Llamémosles V a esas Víboras tan entrañables y compañeras, 65% amigas, tan capacitadas para el tocamiento como para arruinar al ser humano. Vivan las V, ArriVa la manos y las naranjas porque esto es un atraco , atraco al intelecto, claro. 

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