jueves, 18 de noviembre de 2010

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Harry Potter y las Reliquias de la Muerte Parte I: Diga 36

Estoy en grave peligro por todo aquello que voy a narrarles. Pero en uno muy grave y peligroso-peligro. Tengo miedo y mis manos tiemblan mientras tecleo todo esto y espero que la puerta que me protege no vuele en mil pedazos por un terrible hechizo. No puedo contener todo el terror que yace detrás de cada capa de mi piel, de mis músculos, del hedor que absorbe cada poro de mi piel y que se agita y envuelve mis entrañas hasta un abismo de locura y horror. Tengo que ser breve y rápido. Creo que tan sólo me quedan 36 minutos de vida. 
¿Y quién tiene la culpa de todo esto? Un caballo, una lechuza y una logo de la Warner. Sobre todo este terrible acompañante en formato marca de agua multimedia. Los remordimientos pero el mayor de los crímenes que me obligaron a cometer. Me dijeron que era el ‘elegido’ pero, como siempre, no era más que otro marrón, a limpiar, claro.

Había recibido una carta en una lechuza o una lechuza en una carta. La muy cabrona llegó sin avisar y de madrugada. No sé exactamente lo que era pero era algo inequívocamente Rowlinginiano pese a faltarle un mechón rubio como firma que identificase a su portadora. La cacho-perra me podía haber enviado pasta pero en el interior del sobre tan sólo habitaban unos billetes de avión para esa misma tarde y una misteriosa tarjeta que indicaba que había sido invitado a la premiere mundial de “Harry Potter y las reliquias de la muerte”. Por supuesto tiré la carta junto con el resto de propaganda comercial y otra carta donde me revelaba que era el ganador de una olla express… pero tenía que ir a un hotel a la hora y día que se me indicaba para recibir mi obsequio. Casi me creo lo que me contaba esta última carta pero sospeché de alguna clase de timo ya que ahora se lleva la Thermomix y el Chef 2000.
Esa misma noche la lechuza volvió y no sólo me dejó otras cuarenta cartas con invitaciones personalizadas de la premiere sino que la muy ja’puta se cagó por toda la casa. ¡Ojalá te maten cabrona! En ese momento hice lo que cualquier friqui hubiera hecho en mi lugar: puse un anuncio en eBay para vender las cuarenta entradas y bajé al basurero a recuperar la entrada cuarenta y uno. Misteriosamente se evaporaron y desaparecieron cuando subí lleno de basura a casa y allí, en el interior de mi sagrado hogar, se encontraba un indigente pálido como el culo de un Lord inglés y con una barba y pelo largo blanco como la cara de los aficionados de la selección española en encuentros amistosos. Ese viejo con ropa de indigente y un pelo que denotaba poco uso del acondicionador me miraba fijamente. Muy fijamente. Tan fijamente que parecía que estaba cabreado pero el que debería estarlo era yo. ¡Había un okupa con harapos en mi salón! Amenazó con sacar su varita si sacaba mi móvil para llamar a la policía… lo que me hizo entender que era un exhibicionista-okupa-indigente… a menos que fuese…
—¿Eres J.K. Rowling, verdad? —pregunté al indigente.
—Aparte de bastardo eres gilipollas. —respondió con voz bronca J.K. Rowling (estaría afónica por aquello del cambio de temperatura)—. Mira, capullo, no tengo tiempo que perder y menos con un cretino bastardo como tú. Agárrate de mi sobaco y te vienes a London que me han mandado recogerte.
Estaba congelado del terror. Seguro que ese viejo, por lo cutre que parecía, compraba en el Metadona.
—¡Tengo miedo de volar con el Imserso! ¡No quiero! ¡Además, me han dicho que eres gay!
—Y tú que te prostituyes por veinte euros, bastardo. —respondió el indigente que empecé a reconocer. ¡No era J.K. Rowling!
—Por treinta que ha subido el IVA y los condones. Y, además, que estás muerto, coño.
Empecé a balbucear por el pánico.
—Ahora sí que sabes quién soy. Mi nombre es Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore (De Todos Los Santos)  y te vienes conmigo YA.

Cagados de miedo

Cuando quise darme cuenta Dumbledore me había agarrado por el morjón y estaba atorado en un huracán que me llevó a una salón mojado y con una alfombra roja. En el sofá se encontraban mirándome fijamente Daniel Radcliffe (Harry Potter), Emma Watson (Hermione), Rupert Grint (Ron) y J.K. Rowling (haciendo de J.K. Rowling). Todos  me miraban fijamente. Muy fijamente. Tan fijamente que parecía que estaban cabreados pero el que debería estarlo era yo. ¡¿Qué coño hacía en un salón encharcado con tanto famoso?! Inmediatamente me percaté de la situación. ¡Olía a mierda! Todos ellos estaban con sus pies elevados para evitar el contacto con el farragoso suelo húmedo y al mantener tanto tiempo esa incómoda situación, sumado al terrible hedor, tenían esos rostros llenos de rabia y dolor contenido. ¡Debía liberarlos! ¡Lo mismo me daban una recompensa! ¿¡Pero cómo!? Sus ojos se dirigieron a una fregona que se encontraba cerca y comencé a limpiar y secar el suelo… pero no era todo lo que tenía que hacer para salvarles. Me di cuenta del motivo de tanta prisa por la visita cuando por fin J.K. Rowling habló:
—Hemos tenido un terrible percance esta noche y esperamos tu discreción. Dumbledore nos invitó a cenar a su casa para ver los 36 minutos filtrados en internet de “Harry Potter y las reliquias de la muerte”. ¡No hagas preguntas! Somos ricos y hacemos esta clase de excentricidades. En definitiva, la velada iba estupendamente hasta que descubrimos que Dumbledore había comprado toda la cena en el Metadona y, como buenos burgueses, nos da diarrea consumir productos Hacendado. ¡Hemos atascado la taza del váter de tanto cagarnos en ella! Como famosos tenemos fobia a la mierda y sobre todo si ya está líquida y nos hemos quedado paralizados. Dumbledore  se fue a por ayuda y llevamos todo el día así.  Tememos que alguien, por el hedor, avise a la prensa y nos descubra entre mierda viendo los 36 minutos… ¡Oh, my god! Los 36 minutos de mierda. Ah, ¿y por qué tú, bastardo? Leímos tu crítica In the Name of the Kingy supimos que eras el elegido. 

¿Problemas de Estreñimiento? ¡Pon 36 minutos en tu vida!

Me sentí como una puta… y encima sólo iban a pagarme la tarifa normal. El cabrón de Dumbledore  se había pirado para que no le matasen… de nuevo… ¡Marica el último! ¿O aquí sería el primero? Eso sí, treinta euros por barba y mojón a limpiar. Fue un trabajo duro pero entre fumigación y chorro de limpiador ojeé su mega-súper-híper-pantalla de millones de pulgadas con una mierda de DVDrip con el puto logo en medio a modo de marca de agua de Warner Bros. ¡Y vi un poco de los 36 minutos filtrados entre filtro y filtro de mierda! Era como una de “Star Wars” pero sin Estrella de la Muerte. Aparecía un Chewaka con barba, un Darth Vader sin casco ni nariz y una Leia-Lolita, un Han Solo pelirrojo y un Luck SkyPotter. Eso sí, faltaban lo ewoks pero los meterán en la segunda parte.
No sé, tenía que hablar de un caballo también pero la noche y el hedor de las películas comerciales filtradas por internet me confunden. Lo mismo estoy envenenado y muero en 36 minutos por mandato divino de una marca de agua. Menos mal que como firmé el contrato de confidencialidad con las manos llenas de mierda puedo hablar y revelar esta verdad a todo el mundo, aunque sepa que me costará mi vida. Espero que sea rápido aunque me han dicho que esta vez la muerte dura 146 minutos y va a ser poco placentera.

5 comentarios:

  1. De verdad...tenemos que analizarte....(Con cariño)

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  2. ¿Analizarme, psicoanalizarme?
    Ya psicoanalicé personalmente a Harry en su cuarta entrega...¿o era quinta?

    http://www.filmaffinity.com/es/review/47368865.html

    Con tantos caldos, potingues, bondage, toretes, cálices y piedras a uno le pasan por piedra también en cada entrega.

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  3. Jajajaja, me has pillado. Está claro que hasta en mis sueños de hacer ambas cosas te me adelantas...

    Voy a tenerme que leer tus casi mil críticas de nuevo para no caer en errores de bulto :-)

    Lo tuyo es de tesis doctoral!!!

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  4. Harry Potter no me interesa, pero sí las fotos del Hairy Potter de Emma Watson mostrándolo en aquel coche.

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  5. Hola Jarl!

    Para los que no sepan de qué habla Jarl se refiere a esto:

    http://www.popscribe.com/2008/04/21/emma-watson-shows-her-hairy-potter/

    No sé por qué lo censuraron. Estaba sin depilar y lucia tiras de cuero a juego.

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