sábado, 22 de agosto de 2015

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Cuatro Fantásticos: Dragonball Evolution 2

“Cuatro Fantásticos”
Título original: “FANT4STIC (The Fantastic Four)”
Director: Josh Trank
EEUU
2015

Sinopsis (Página Oficial):

“Cuatro Fantásticos” es una revisión actual del clásico equipo de superhéroes de Marvel. Cuatro jóvenes inadaptados se teletransportan a un peligroso universo alternativo, lo que les confiere extraños poderes. Cuando sus vidas cambian de forma drástica e irremediable, deben aprender a controlar sus nuevas habilidades y trabajar en equipo para salvar al mundo de un viejo conocido que ahora se ha convertido en un temible enemigo.

Crítica Conceptual:


Dirigida a Fans de Fantastic Four

Make Fox sell the rights to "Fantastic Four" back to Marvel Studios

Crítica Bastarda:

En lo que llevamos de 2015 hemos sido testigos de tres ‘Walk of Shame’:

1.- El protagonizado por Cersei Lannister en el season finale de la quinta temporada de Juego de tronos.

2.- El propiciado por “The Human Centipede III (Final Sequence)” en sus pases de prensa y público en EEUU.

3.- Y, evidentemente, el culminado por el estreno de “Cuatro fantásticos”.

Más allá de los excrementos, vergüenza e insultos —‘trenecitos coprofágicos en cuadrupedia’ aparte— la llegada de un estreno tan emblemático (?) ha llegado definida a la perfección internamente, sintetizándose en dos de escasos aportes: 

El primero es el diálogo en una secuencia en la biblioteca del Edificio Baxter que protagonizan Reed Richards (Miles Teller) y Sue Storm (Kate Mara): 
Reed: ¿Qué estás escuchando?  
Sue: Portishead. 
Reed: Nunca he oído hablar de él. 
Sue: Ellos.

Más allá del propio chiste sin gracia —que pondrá las patillas de punta a los gafapastas— aparece aquí todo el concepto de la propuesta, donde la mueca se torna en pretendido drama existencial supuestamente inteligente y el sonido de la canción de los Brístol simplifica a esa adaptación inaudible que el espectador tiene que imaginarse entre un contexto que poco o nada importa. El segundo aporte llegaría de la mano del propio argumento, al relegar los protagonistas como mutantes incapaces de controlar sus poderes, sometidos finalmente al traje más deslucido posible como única vía de acceso a su potencial. El gobierno de EEUU realmente da la impresión de ejercer como esos ejecutivos del gran estudio, aprovechándose y utilizando a esos superhéroes sumidos a tratar de revelarse y tomar el control y, cuando finalmente lo consiguen, llegan los créditos finales de la manera más torpe posible. Todo acaba precisamente cuando empieza ‘la película’. Esas mutaciones también están implícitas en el propio pelo de Sue, tornadizo y transformado en cada secuencia, como prueba de ese proyecto diseccionado y cambiado entre la imprevisibilidad y la irrelevancia, marcando ese distanciamiento entre el director (y peluquero) y el estudio encargado de darle vía a una inexistente credibilidad y constancia. Puede que esos cambios y nerviosismo de los productores dieran sus frutos con la contratación de Damon Lindelof para rescribir el tercer acto de Guerra mundial Z”. “Cuatro Fantásticos”, por el contrario, se ha teletransportado a un universo alternativo y opuesto donde predomina la mediocridad y el fracaso. Dramas y secreciones aparte, hay que analizar más conceptos y variables de este punto de giro para la gran industria que ha focalizado —y sobradamente rentabilizado— sus últimos esfuerzos en adaptaciones del mundo del cómic y sagas distópicas juveniles. Todo, además, comenzó precisamente de la mano de 20th Century Fox y Bryan Singer apenas acababa de iniciarse el Siglo XXI. “X-Men” provocó que nos comenzáramos a tomar en serio los films de superhéroes tras esa culminación esperpéntica que supuso “Batman & Robin” de Joel Schumacher unos pocos años antes. ¿El ciclo se ha cerrado y comienza de nuevo la decadencia o, por el contrario, la moraleja es una clara advertencia al mainstream? 


Vilipendiada, destrozada, ultrajada, descalificada, humillada, desintegrada, aniquilada, despedazada, completamente eviscerada… “Cuatro Fantásticos” bien pudiera resumirse en la crónica de un ensañamiento anunciado donde una hambrienta y violenta horda esperaba premeditadamente sacar las entrañas de la producción de Fox, cual performance romeriana, para vaciar un cuerpo que sorprendente —y contrariamente a sus intenciones— encontró hueco e insulso. Calificada —por necesidades del marketing (y perdón divino)— como «una reinvención contemporánea del equipo de superhéroes original más antiguo de Marvel», el mayor defecto que posee la cinta que adapta nuevamente a los personajes de Stan Lee y Jack Kirby es precisamente su vacuidad, simpleza e insipidez. Afrontar, por lo tanto, una crítica del film de Josh Trank supone también contraponer las ya nulas expectativas de la audiencia frente a sus propias necesidades en ese territorio en el que Marvel y DC tratan de abarcar el concepto de «más grande y espectacular todavía». El proyecto cinematográfico de Fox estaba condenado prácticamente desde su concepción a convertirse en una de las peores películas de superheróes de todos los tiempos y, ante semejante posicionamiento, el espectador puede unirse a esa insultada multitud y turba o simplemente tragarse resignadamente su bilis.


Vayamos a los numerosos problemas y escollos que surgen en “Cuatro Fantásticos” para poner más fácil si cabe aún a tan colérica horda de espectadores su destripamiento vía ensañamiento social. Su completa falta de personalidad no ayuda a resistirse al primer y letal zarpazo de la audiencia, como si hubiera quedado plasmado que el estudio nunca tuvo claro qué tipo de film deseaba moldear para la gran pantalla y confeccionar así un reboot que justificara una nueva franquicia. El film de Trank bien pudiera ser un remake desafortunado hollywoodiense de Chronicle o la secuela de Dragonball Evolution, ya que no existe una práctica y efectiva conexión con los personajes de Lee y Kirby. “Cuatro Fantásticos” pudiera ser cualquier entidad, cosa u objeto menos precisamente… una adaptación contemporánea de las aventuras de Sr. Fantástico, la Mujer Invisible, la Antorcha Humana y la Mole. Esa completa desconexión emocional se empeora por la falta de capacidad imaginativa. No hay nada fantástico ni ingenio, ni mucho menos carisma. El conjunto resulta tan agotadoramente absurdo, ridículo y anodino que al final a nadie le importa nada aquello que fue proyectado en esos soporíferos y arrítmicos 100 minutos de metraje; donde el CGI, el maquillaje o el diseño de vestuario se convierten incluso en parte de una carencia y debilidad sorprendentes para una producción del mainstream norteamericano. Con semejante panorama nada tampoco se puede esperar de sus personajes, que nunca llegan a superar una fase embrionaria de bidimensionalidad, atrapados en conceptos como frases huecas, selfies, escuchar a Portishead por simple postureo, reivindicar profesiones de futuro (?) como ser ‘teletransportador de materia’, subir fotos a Instagram y, por supuesto, clavar la bandera de EEUU en el lugar menos indicado para que comience el desastre… Ni siquiera la aparición de Jerjes von Doom atrapado en un sarcófago, tras haber sido empapado hasta las trancas en un bukkake alienígena-interdimensional, ayuda a salvar los muebles del que posiblemente es el primer clímax sin clímax en una cinta del subgénero cinematográfico. Semejante cúmulo de despropósitos y carencias tan evidentes han sido el perfecto germen para que la iracunda masa social haga el resto, aunque si la cuestión para Fox era no perder los derechos —y gastarse lo menos posible— podían haber dado el proyecto a los chicos de The Asylum para así construir el primer mockbuster que acabó siendo blockbuster.


Posdata. Breve ensayo sobre el fanatismo religioso:

En realidad, considero que la lectura más gratificante que propone “Cuatro fantásticos” viene de la mano de ese meme generalmente utilizado por ateos para comparar la ‘Biblia’ con un cómic de Spider-Man y así demostrar la existencia de Dios y el arácnido superhéroe. Como suele ocurrir, la ‘realidad’ siempre supera a la ‘ficción’ y ciertamente el concepto fandom ha terminado sustituyendo a la religión como esa creencia que no puede ser atacada. Vivimos en tiempos en los que una de las series de televisión mejor producidas de la actualidad según Emmys y Producers Guild of America, Game of Thrones, es calificada como una auténtica ignominia y herejía por el mero de hecho de trasladar unas escrituras que muchos consideran sagradas y que, precisamente, son inadaptables en los formatos audiovisuales presentes. Tanto la simbología como los textos y personajes del mundo de los cómics y novelas fantásticas han acabado suplantando a la religión como dogma a seguir por esos ‘no-creyentes’ que se han convertido a su nueva fe. El abandono de Joss Whedon de Twitter, tras duras críticas e incluso amenazas de muerte, no se diferencia en absoluto del comportamiento de los cristofreaks y chupacirios más radicales respecto al estreno de “El código Da Vinci”, por ejemplo. La advertencia hacia los grandes estudios respecto al ya canonizado material que están tratando es simple y directa: los devotos fans mandan y los ‘cambios’ son sacrilegio y pecado mortal para frikis, geeks y comiqueros. ¿Salvará, por lo tanto, a “Cuatro Fantásticos” un exorcismo o ya está condenada al infierno? Yo, desde luego, ya he comenzado a rezar a mi cirio autografiado por Stan Lee por las almas de todos sus responsables.

Reseña Redux publicada originalmente en Cinema ad Hoc

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1 comentario:

Lea antes los Mandamientos de este blog.

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