sábado, 23 de septiembre de 2017

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The Good Place: What the fork?!

Serie de TV
“The Good Place”
EEUU
2016

Sinopsis (Página Oficial):

Debido a un error, la egoísta Eleanor Shellstrop llega al Lado Bueno después de su muerte. Decidida a quedarse, trata de convertirse en una mejor persona. Cuando estaba viva solo quería ser la mejor. Ahora que está muerta va a tener que emplearse a fondo.

Crítica Bastarda:

¿Dónde estoy? ¿Quién eres tú y qué ocurre? Partiendo de la base de una de las grandes preguntas de la humanidad (¿qué hay después de la muerte?), Michael Schur (Brooklyn Nine-Nine, Master of None) nos trasladan a la vida del más allá de la mano de Eleanor Shellstrop. Encarnada por una brillante Kristen Bell, nuestra protagonista descubre su situación y conoce la respuesta a una de las grandes preguntas de la humanidad. Los escritores de “The Good Place” han pensado en realizar una sátira del cielo y el infierno alejándose de cualquier religión, que adivinó aproximadamente el cinco por ciento de lo que la comedia plantea. De este modo, la idea es eludir cualquier controversia y construir su propia ‘realidad alternativa’ gracias a un extravagante concepto que incluye entidades como aquella que representa Janet (D'Arcy Carden). ¿Qué es exactamente? ¿Dónde se encuentran realmente? ¿Se trata de un zoo alienígena o una cámara oculta? No, simplemente están muertos…, aunque ¿estamos hablando del cielo o el infierno? En realidad, en la otra vida hay un lado bueno y un lado malo y Eleanor ha recado en el paraíso. Hasta aquí todo correcto. El lado bueno está dividido en diversos barrios y cada uno contiene 322 personas rigurosamente seleccionadas buscando un equilibro armónico y glorioso. Cada barrio es único y cada detalle ha sido ideado para y por sus residentes. En ese ‘cielo’ no solamente va buena gente sino la mejor. ¿Significa lo anterior que ser bueno durante toda la vida tampoco te garantiza entrar en el paraíso? Hay una nota de corte. Y es muy alta. En realidad, las auténticas y buenas personas desconocen su condición y, dependiendo del bien o mal realizado y de su repercusión el universo, cada acción que realizaron tuvo un efecto que perduró en el tiempo. ¿Hasta aquí todo correcto? Ese sistema viene de la mano de unos seres que lo veían todo y en el que solamente los individuos con las puntuaciones más altas consiguen llegar al ‘buen lugar’. Incluso descubriremos que las almas gemelas existen y pasarán la eternidad juntas… Repetimos, ¿hasta aquí todo correcto? Va a ser que no porque llega la vuelta de tuerca. Eleanor no debería estar en aquel sitio ya que fue durante toda su vida una persona egoísta y miserable con los demás. Simplemente está ocupando el lugar de otra Eleanor y, evidentemente, no quiere acabar en el infierno… Va a hacer todo lo que esté en su mano para quedarse y aquí comienza nuestra comedia.


“The Good Place” basa sus encantos en los descubrimientos de ese cielo e infierno. Todos los artistas acabaron en el lado malo y en el paraíso no permiten decir tacos. Una persona tan ruin y asocial como Eleanor, cuyo trabajo en el reino terrenal consistía en mentir a los ancianos para que compraran medicinas de pega, tendrá que adaptarse a ese nuevo orden a través de su alma gemela, Chidi, que es profesor de ética y filosofía moral. Michael Schur pretende formalizar su sátira sobre los intentos de su heroína por ser mejor persona y lidiar con esa caricatura progresista y mamerta de ciertos aspectos sociales sobre cómo funciona el mundo. ¿Comer yogur helado es el símbolo de la felicidad? Michael (Ted Danson), tras 200 años siendo aprendiz, ha diseñado ese barrio en el que Eleanor actúa como un martillo que machaca ese reloj suizo de precisión que ha creado. «No sabes lo que es estar en paraíso y saber que algo no va bien». Precisamente vamos a descubrir que en ese barrio también hay más errores y el círculo que establecen Eleanor y Chidi se cierra con otra peculiar pareja: Tahani (Jameela Jamil) y Jason (Manny Jacinto). Con todos sus arcos argumentales introducidos, Michael Schur se ciñe a las mecánicas de esos cuatro personajes mientras va construyendo todo ese universo de liberalidad y chascarrillos sobre lo malo que fue Colón con tanta violación, tráfico de esclavos y genocidio… La idea es que ese conglomerado de una sociedad ideal, alrededor de ideas de los liberales estadounidenses, vaya filtrando una ácida caricatura multirracial y moral. Al mismo tiempo, los intentos de Eleanor para ser una mejor persona —gracias a las lecciones de ética y filosofía de Chidi— van desarrollando a un personaje que va descubriendo nuevas revelaciones en ese nuevo orden en el que habita, como la existencia de un lugar medio o la llegada de la ‘auténtica’ Eleanor, entre otros muchos menesteres, para plantearnos otra pregunta: ¿desde cuándo el cielo fue un lugar tan complicado?


[AVISO SPOILERS] En realidad, “The Good Place” equilibra ese sentimiento entre amor y odio por sus proposiciones y argumentos. Para toda persona racional, el altruismo es una doctrina que, en realidad, engendra una perversidad egoísta. Tanto el misticismo, como el colectivismo —o el citado altruismo— son los grandes males que acechan a la sociedad bajo el mandato impuesto de un bien común de ayudar a personas que son auténticos desconocidos o carecen de valores. La construcción de un mundo bajo esa cuestionable e moral e irracionalidad esconde un subtexto pernicioso y oscuro. En la comedia de NBC, que distribuye Netflix, descubrimos que el sacrificio personal —sin una finalidad egoísta— es el billete dorado para entrar en las puertas del cielo; sentando las bases de esa doctrina social e incluso religiosa que se propaga como una enfermedad en la sociedad contemporánea. Pero, sin embargo, Michael Schur traza una hábil jugada en el excelente season finale, “Michael's Gambit (La jugada de Michael)” (1x13), ya que desea proyectar una vuelta de tuerca que dinamita todos los planteamientos anteriores. La razón es que Eleanor va a descubrir que realmente está en el lado malo y que la idea de todo ese lugar es provocar que tanto ella como Chidi, Tahani y Jason se atormenten los unos a los otros. Michael, al fin y al cabo, es un demonio que desea impresionar a sus jefes con otra clase de infierno y experimento revolucionario. Tras correr el velo, llegan las dudas morales en ese diabólico juego en la onda de “El show de Truman (Una vida en directo)” que el más tonto ser del lugar (Jason) descubrió a las primeras de cambio. ¿Nos están diciendo que una sociedad basada en el altruismo es una farsa? ¿El infierno son los demás? ¿Si personas como Chidi o Tahani se consideran ‘malas’ quién, entonces, va al lado bueno? ¿No solamente las buenas intenciones importan? ¿No es toda bondad, por normal general, un acto exhibicionista o para sentirnos bien con nosotros mismos? ¿El desinterés al ayudar a los demás es viable? ¿La redención, pues, es un acto inútil? ¿Nos quieren plantear, por lo tanto, que apenas nadie llega al paraíso y que estamos condenados al infierno hagamos lo que hagamos? Todo, a fin de cuentas, es una gran mentira y el plan de Michael pasaba por desarrollar un nuevo sistema que propiciara que los demonios ya no tuvieran que torturar a almas que llegaban al lado malo sino que, por el contrario, fueran ellas mismas las que se atormentaran durante cientos de años (disfrutando esos malévolos seres de todo ese proceso). La sonrisa diabólica de Ted Danson nos adentra en una revolución interna de la serie que estamos ya viendo en su segunda temporada. Michael no va dejar atrás su empeño de construir un infierno diseñado específicamente para torturar a los cuatro protagonistas de “The Good Place” pero, no obstante, no cuenta con esos pequeños detalles que engrandecen y dimensionan a los personajes. ¿Hay vida ‘moral’ más allá de la muerta y pizzas hawaianas? Incluso dentro de los márgenes del lado malo, Eleanor ha demostrado que puede ser una mejor persona, desprenderse de sus propios conflictos y alejarse de esas mecánicas destructivas que llevaba en su vida terrenal. Sus amigos parecen que lo tienen algo más complicado. Es una rival demasiado lista para el pérfido Michael y la comedia de Michael Schur se apuntala sobre ese segundo y tercer intento que veremos en esta segunda temporada. ¿La clave de todo será nuevamente Janet? Quizás aquí nuestra función como espectadores sea unirnos a esas hordas de demonios y sumarnos al cinismo social de aquello que nos convierte en buenas y malas personas. El altruismo en la sociedad del ‘selfie’ y la popularidad, en definitiva, ha muerto. ¿Larga vida a la hipocresía y al infierno que nos espera a todos? 

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